miércoles, 1 de febrero de 2017

El Holocausto y el mito de la Gran Guerra Patria (IV)


Antes de nada, hay que tener en cuenta que existen una primera, una segunda y una tercera parte.



El judío eterno, de Fritz Hippler (1940)


Hitler no era un nacionalista alemán seguro de la victoria de su país que aspirara a ampliar el Estado alemán, sino un anarquista zoológico que creía que debía restaurar el orden natural de las cosas.

Timothy Snyder


La mayoría de los judíos del mundo se salvaron del Holocausto simplemente porque el poder germano no llegó a los lugares donde vivían y porque este no suponía ninguna amenaza para los Estados de los que eran ciudadanos. Los judíos con pasaporte polaco estuvieron a salvo en los países que reconocían el Estado polaco anterior a la guerra, mientras que fueron asesinados en los países que no lo reconocían. Los judíos estadounidenses y británicos estaban seguros, en principio, no solo en sus países, sino en todo el mundo. Los nazis no se plantearon asesinar a los judíos que disponían de pasaportes británicos o estadounidenses y, salvo contadas excepciones, no lo hicieron. La supervivencia judía dependía pues de la estatalidad. Como hemos visto, el genocidio se acercó al 100% de judíos asesinados en las zonas en las que el Estado fue doblemente destruido por los soviéticos y los nazis (Polonia y los países bálticos, que sufrieron una doble ocupación) y fue de un porcentaje muy elevado en las zonas de la URSS prebélica ocupadas por Alemania. El exterminio tendía a consumarse en el extremo de la destrucción del Estado y apenas ocurría en el otro extremo, el de la integridad del Estado, que fue el caso de Dinamarca. En el resto de países que fueron aliados de Alemania o que resultaron ocupados por ella (o ambas cosas), los nazis no lograron completar la Solución Final. Dichos países estaban en la zona intermedia entre los dos extremos que he mencionado, y la política alemana establecía que los judíos residentes allí tenían que ser extraídos, deportados y ejecutados. A pesar de que en esos países se exterminó a una cantidad espantosa de judíos y de que estos corrían una suerte mucho peor que sus conciudadanos, la tasa no fue tan alta como en la zona de no estatalidad. La escala del sufrimiento del pueblo judío -uno de cada dos fue asesinado- sobrepasa la de cualquier otro colectivo durante la Segunda Guerra Mundial. Con todo, la diferencia con la tasa de asesinatos en la zona de no estatalidad -aquí, de cada veinte judíos diecinueve fueron asesinados- es enorme y merece ser observada con atención.